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Cuando el Deseo te tortura

Confieso que el deseo en ocasiones es un tormento para mí. Mi manera de desear es a veces tan intensa que me hiere, que me perjudica, que vuelve sus tentáculos contra mí y casi me estrangula. El peor de los deseos es el que en demasiadas ocasiones siento entre las piernas; se pone ahí y me tortura con su fuerza, con su insistencia, y tengo que masturbarme para tratar de calmarlo. Mi apetito sexual es una gran fuente de placer pero también es una forma de condena. A veces con sus exigencias subyuga al resto de mí y me hace asegurar que si fuera un hombre, hay días que iría con una erección las 24 horas.
Hubo una época entre los 27 y los 29 años que estuve tomando la píldora para ajustar el sistema hormonal y la cosa frenó bastante. De hecho, al final todo se tranquilizó tanto, que el chumino se me quedó catatónico y no me apetecía nada tener ninguna forma de sexo. Pero un tiempo después, ya no era necesario seguir tomando la pastillita y el acoso del deseo volvió.
Si alguien me preguntara que si soy ninfómana, diría que no, porque las ninfómanas están varias veces durante una misma jornada con diferentes hombres para poder calmar la entrepierna. Pero que el apetito sexual me tortura es un hecho.