Últimamente, sin premeditación y con mucha frecuencia, hablo de sexo y amor con la gente que conozco. Gracias a este acontecimiento casi cotidiano, he llegado a darme cuenta de que mujeres y hombres, hombres y mujeres, sentimos como algo secreto, recóndito y enigmático muchos de los acontecimientos de nuestra vida (especialmente los relacionados con el aspecto sexual y sentimental) hasta que un buen día hablamos con otra persona de ellos y nos percatamos de que, íntimamente, tenemos más en común con quien nos ha escuchado de lo que jamás hubiéramos creído. Nunca pensé que estos dos asuntos pudieran asemejar tanto a los individuos.
A pesar de la asiduidad de nuestras conversaciones y por más que suceden, nunca consigo saber del todo en qué instante del camino se dio el paso inductor que nos condujo hacia esas charlas íntimas, comprometidas y sorprendentes. Y en especial me resultan esto último porque cualquiera de las historias que oigo o comento, acaban convirtiéndose en una revelación con la que sentirme más o menos identificada.
Gracias a ellas, he descubierto que no sólo Woody Allen y yo somos las únicas personas del mundo que experimentan pulsiones desconcertantes o extrañas en las que se encuentra la necesidad de esclarecer y hallar alguna clave lógica.
Resulta curioso observar como el sexo y el amor se aclaran y se oscurecen y se enredan y se desenredan tanto como la vida misma, y como si a esto añades la sangre, la poesía, Freud y la filosofía que todo ser humano lleva dentro de sí, los misterios que derivan de semejante mezcolanza quedan servidos.
También resulta interesante ver la manera en que el análisis de esa sucesión ininterrumpida de acontecimientos manifiesta respuestas, respuestas vinculadas a todo lo que conlleva la carnalidad y la psicología humana pero que, aún con ellas en la mente y en la mano, no dejan de evidenciar el enigma inaccesible e intrínseco que genera los misterios de los que somos presas y protagonistas a lo largo de nuestra vida.
Cuando las imágenes se transforman en deseo y el deseo se convierte en obsesión. Cuando las cuestiones dan lugar a un pensamiento constante en el que la intención de alcanzar respuestas es más débil que los intentos de sentir una verdad a la que aferrarse. Cuando todo lo que creímos conocer deja de tener sentido y se transforma en un nuevo mundo que explorar, un nuevo lugar del que aprender y un nuevo paisaje en el que reinventarse. Cuando las historias vividas de manera personal o ajena se instalan en el recuerdo dispuestas a ser analizadas, llega el momento de escribir, contar y tratar de aclarar los esquemas que las estructuran. Por eso estoy aquí. Por eso Sexo, amor y otros misterios está aquí.