¿Hay algo más enloquecedor que no entender? ¿Puede alguna pregunta resultar tan obsesiva como un por qué no respondido? Las incertidumbres siempre resultan turbadoras para todos, incluido Iván, el protagonista del relato Entender.
-¿Qué ocurrió? Sencillamente que yo no podía parar de hacerme preguntas, casi todas con la expresión por qué como gran abanderada; ¿por qué ya no conseguíamos reconciliarnos tras las peleas? ¿Por qué últimamente no parábamos de discutir? ¿Por qué la tensión extrema? ¿Por qué ya no podíamos mirarnos a los ojos más de tres segundos sin sentir el desafío de dos fieras? ¿Cuándo habían dado el pistoletazo de salida para esta carrera de obstáculos? ¿Por qué no nos apetecía hacer el amor desde hacía medio año? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿POR QUÉ? Sabe, cuatro años no bastan para entender un mundo creado entre dos, a veces ni siquiera es suficiente toda una vida.
-Todo es compresible si se lucha por entender, otro asunto diferente es que, una vez halladas las respuestas, gusten o disgusten- explicó Mónica. -Y uno también debe hacerse consciente de que cada respuesta es susceptible de generar una nueva pregunta. También somos filosofía, sabe.
-Pues yo todavía no me he rendido y lucho por comprender, por encontrar las respuestas, por tratar de vislumbrar en qué momento se activó el resorte que dio vida a la sucesión de acontecimientos lamentables. Para mí la gran cuestión es esta: ¿por qué dos personas que se entendían perfectamente dejan de repente de entenderse?- preguntó y se preguntó Iván.
Mónica, dispuesta a explicar, tomó la palabra. -En realidad nada sucede de repente. Todo es consecuencia de una serie de sucesos conscientes o inconscientes, declarados u ocultos, físicos o psicológicos- le aclaró. –¿Qué teoría baraja usted?
-Una que tiene mucho que ver con lo que me acaba de comentar. Es la teoría de los deseos no expresados. En algún instante su consciente o su inconsciente comenzó a emitir deseos paralelos a los que ambos teníamos en común. Deseos que jamás mencionó y que yo no supe atisbar. Inquietudes que no encontraban la satisfacción que necesitaban en mí, en lo nuestro.
